IV. La sublevación de la nobleza
Mientras aun duraba en la Selva Negra la represión de la cuarta conspiración del Bundschuh, Lutero dio en Wittenberg la señal para el movimiento que iba a arrastrar a todas 1as clases, conmoviendo hasta los fundamentos del imperio. Las “tesis” del monje agustino de Turingia cayeron como la chispa en el polvorín. Las múltiples y divergentes tendencias de los caballeros y de los burgueses, de los campesinos y de los plebeyos, de los príncipes que anhelaban la plena soberanía y de las capas inferiores del clero, de las sectas místicas clandestinas y de la oposición que formaban los escritores eruditos y satírico-burlescos, hallaron en estas tesis una expresión común alrededor de la cual se agruparon con una rapidez sorprendente. Por poco que durase esta alianza de todos los elementos de oposición, formada del día a la mañana, reveló de un golpe la enorme pujanza del movimiento y lo ayudó a progresar rápidamente.
Pero fue justamente este rápido desarrollo el que trajo consigo los gérmenes de discordia latentes, dividiendo de nuevo a los elementos opuestos por su forma de vida que componían esta masa bulliciosa, haciéndoles adoptar otra vez su acostumbrada actitud hostil. La concentración de las abigarradas masas de oposición en derredor de dos figuras centrales, no tardó en producirse; la nobleza y los burgueses estaban incondicionalmente de parte de Lutero; los campesinos y los plebeyos sin considerar a Lutero como un enemigo directo, formaban como antes, su propio partido de oposición revolucionaria. Pero ahora el movimiento era general y mucho más potente que antes de Lutero; ya existía la necesidad de una lucha directa entre ambos partidos que se enfrentaban abiertamente. Esta enemistad no tardó en manifestarse; Lutero y Miinzer se combatían en la prensa y desde el púlpito, de igual modo que los ejércitos de los príncipes, caballeros y ciudades, compuestos en su mayoría por fuerzas luteranas o que por lo menos simpatizaban con el luteranismo, dispersaban las bandas de campesinos y plebeyos.
Hasta que punto divergían los intereses y necesidades de los diferentes elementos que habían aceptado la Reforma lo demuestra, ya antes de la guerra campesina, la intentona de la nobleza que deseaba conseguir sus objetivos frente a los príncipes y los curas.
Ya nos es conocida la posición que ocupaba la nobleza alemana al comienzo del siglo XVI.
Estaba a punto de perder su independencia frente a los príncipes de sangre y espirituales, cada día más poderosos. En la misma medida en que decaía, decaía también el poder imperial y el imperio se disolvía en varios principados autónomos. Según pensaba in nobleza, su decadencia iba a coincidir con el hundimiento de los alemanes en tanto que nació. La nobleza y especialmente la nobleza independiente, era la clase que más directamente representaba al imperio y al poder imperial tanto por su oficio militar como por su posición frente a los príncipes. Era la clase de mayor espíritu nacional; poderosa cuando lo era el imperio y los príncipes débiles y poco numerosos y Alemania estaba unida. Por esto la indignación de los caballeros ante la lamentable situación política de Alemania y ante la impotencia del imperio frente al extranjero que se acentuaba en la medida en que la casa imperial incorporaba al imperio una tras otra las provincias que había heredado. Las intrigas de las potencias extranjeras en el interior de Alemania, los complots que los príncipes alemanes tramaban contra el poder imperial con ayuda del extranjero, todo esto indignaba grandemente a los caballeros. La primera reivindicación de la nobleza tenía forzosamente que ser la reforma del imperio sacrificando a los príncipes y alto clero. Esta reivindicación fue formulada por Ulricó de Hutten, el representante teórico de la nobleza alemana, en unión de Francisco Siekingen, su representante militar y político.
Esta reforma del imperio que exigía en nombre de la nobleza, Hutten la había formulado de manera muy enérgica y radical. Pedía nada menos que la supresión total de los príncipes, la secularización de todos los principados y bienes eclesiásticos y el establecimiento de una democracia de los nobles con cabeza monárquica; es decir, aproximadamente lo que había sido en sus mejores días la difunta república polaca. Hutten y Sickingen creían que el gobierno de la nobleza, la clase eminentemente militar, el apartamiento de los príncipes, representantes de la división, el aniquilamiento del poder sacerdotal y la liberación de Alemania del yugo espiritual de Roma devolverían a Alemania su unidad, su libertad y su fuerza.
La democracia de los nobles basada en la servidumbre tal como existió en Polonia y en forma algo modificada durante los primeros siglos en los reinos conquistados por los germanos, es una de las formas mas primitivas de la sociedad que en el curso normal de la evolución se transformó en jerarquía feudal perfecta que marca una etapa muy superior. Esta democracia de los nobles era pues imposible en la Alemania del siglo XVI. Imposible, porque ya existían en Alemania grandes y poderosas ciudades. Por otra parte, no era posible aquella alianza de la pequeña nobleza con las ciudades que en Inglaterra logró la transformación de la monarquía feudal jerárquica en monarquía burguesa constitucional. En Alemania subsistía la nobleza antigua mientras en Inglaterra había sido exterminada en las guerras de la Rosa y sustituida por una nueva nobleza de origen y tendencia burgueses; en Alemania subsistía la servidumbre, las fuentes de ingreso de la nobleza tenían carácter feudal mientras en Inglaterra estaba casi abolida; allí la nobleza disfrutaba de la propiedad burguesa del suelo, su fuente de ingreso era la renta burguesa. Finalmente la centralización de la monarquía absoluta que en Francia existía desde los tiempos de Luis XI acentuándose progresivamente gracias, sobre todo, al antagonismo entre la nobleza y la burguesía, era totalmente imposible en Alemania por no existir casi ninguna de las condiciones para la centralización nacional.
Mientras más se empeñaba Hutten en realizar su ideal más concesiones tenia que hacer y menos contenido podía dar a su reforma del imperio. Por si sola no era la nobleza lo suficientemente poderosa para conseguir sus fines, lo demostraba su creciente debilidad frente a los príncipes. Había que conseguir aliados, y los únicos posibles eran las ciudades, los campesinos y los teóricos influyentes de la Reforma. Pero las ciudades conocían a la nobleza lo suficiente para no fiarse de ella y para negarse a todo compromiso. Los campesinos con mucha razón consideraban como su mayor enemigo a la nobleza que los explotaba y maltrataba. Y los grandes teóricos estaban de parte de los burgueses, de los príncipes o de los campesinos.
¿Qué promesa positiva podía hacer la nobleza a los burgueses y campesinos respecto a una reforma del imperio, cuyo principal objeto consistía en mejorar las condiciones de la propia nobleza? En sus escritos de propaganda Hutten no tuvo más remedio que hacer el silencio sobre todo lo que se refería a las relaciones entre la nobleza, las ciudades y los campesinos echando la culpa de todos los males a los príncipes, a los curas y a la influencia de Roma y tratando de convencer a los burgueses que era su interés permanecer, por lo menos, neutrales, en la lucha inminente entre los príncipes y la nobleza. Hutten no habla en absoluto de la abolición de la servidumbre y de los tributos que el campesino debía a la nobleza.
En aquel tiempo la posición de la nobleza alemana frente a los campesinos era idéntica a la de los nobles polacos frente a sus campesinos en las insurrecciones de 1830-1846. Igual que en las recientes insurrecciones polacas en la Alemania de entonces, el movimiento no podía vencer sino por una alianza de todos los partidos de la oposición y sobre todo, de la nobleza, con los campesinos. Precisamente esta alianza era imposible en ambos casos. La nobleza no se veía precisada a renunciar a sus privilegios políticos, a sus fueros feudales y a su jurisdicción sobre los campesinos; y los campesinos no podían sobre la base de una perspectivas tan poco seguras, aventurarse a concluir una alianza con la nobleza que era precisamente la más oprimida. Lo mismo que en Polonia en 1830, en Alemania de 1522, la nobleza no podía ya atraerse a los campesinos. Tan sólo la abolición completa de la servidumbre y del vasallaje, el renunciamiento a todos los privilegios feudales hubiera hecho posible la unión de la población rural con la nobleza; pero la nobleza, como toda clase privilegiada, no tenia el menor deseo de renunciar voluntariamente a sus ventajas, a su superioridad y a la mayor parte de sus ingresos.
Al comenzar la lucha, los nobles se encontraron solos frente a los príncipes. Era evidente que los príncipes que durante dos siglos habían continuamente ganado terreno iban a aplastarlos también esta vez con gran facilidad.
El desarrollo de la lucha es conocido. Hutten y Sickigen que ya era el jefe militar y político reconocido de los nobles de la Alemania central, lograron constituir en el ano 1522, en Landau una alianza sexenal de la nobleza de Renania, Suabia y Franconia, para fines de autodefensa, como decían. Con sus propios medios y con la ayuda de los caballeros vecinos. Sickingen concentró un ejército y organizó el reclutamiento en Franconia a orillas del bajo Rin, en los Países Bajos y en Westfalia; en septiembre de 1522 entabló las hostilidades desafiando al elector-arzobispo de Treveris. Pero mientras sitiaban esta Ciudad los príncipes intervinieron rápidamente interceptándole sus aprovisionamientos. El landgrave de Hessen y el elector del Palatinado acudieron en auxilio del arzobispo y Sickingen tuvo que refugiarse en su Castillo de Landstuhl. A pesar de los esfuerzos de Hutten y de sus demás amigos, los nobles aliados lo abandonaron atemorizados por la acción rápida y eficaz de los príncipes; Sickingen gravemente herido entregó Landstuhl muriendo poco después.
Hutten tuvo que huir a Suiza y murió a los pocos meses en la isla de Ufenau en el lago de Zurich.
Esta derrota aniquiló el poder de la nobleza como corporación independiente de los príncipes. Desde entonces la nobleza no aparece sino al servicio y bajo la dirección de aquellos. La guerra de los campesinos que estalló poco después la obligó todavía más a colocarse bajo la protección de los príncipes y al mismo tiempo demostró que la nobleza alemana prefería seguir explotando a los campesinos siendo dependiente, que vencer a los príncipes y curas formando alianza abierta con los campesinos emancipados.