V. La guerra de los campesinos en Suabia y Franconia

Desde que Lutero moviliz a todos los elementos de oposición de Alemania con su declaración de guerra contra la jerarquía católica, no hubo año en que los campesinos no reprodujesen sus antiguas reivindicaciones. Desde 1518 hasta 1523 menudearon las insurrecciones locales de los campesinos en la Selva Negra y en la alta Suabia. A partir de la primavera de 1524 estas sublevaciones adquirieron un carácter sistemático. En abril de este año los campesinos de la abadía de Marchthal se negaron a prestar los servicios personales; en el mes de mayo los campesinos de Santa Blasa suspendieron el pago de los tributos feudales; en junio los campesinos de Steinheim cerca de Memmingen, declararon que no pagarían el diezmo ni los otros tributos; en julio y agosto se sublevaron los campesinos de Turgovia y fueron pacificadas, en parte, gracias a la mediación de los ciudadanos de Zurich, y en parte, por la brutalidad de la confederación suiza que mandó ejecutar a varios jefes. Por fin se produjo una sublevación decisiva en el landgraviato de Stühlingen que marca el principio de la guerra de campesinos.

Del día a la mañana los campesinos de Stühlingen se negaron a prestar sus servicios al landgrave; se concentraron fuertes bandos que conducidos por Juan Milller de Bulgenbath, marcharon a Waldshut el día 24 de octubre de 1524. Allí fundaron una hermandad evangélica en unión de los habitantes de la ciudad. Los ciudadanos no tardaron en ingresar en la alianza pues ya se encontraban en conflicto con el gobierno austriaco por la persecución religiosa de que hacía víctima a su predicador Ba1tasar Hubmaier, amigo y discípulo de Tomas Münzer. Se les impuso una contribución de tres kreuzers semanales, una suma enorme en aquellos tiempos. Se enviaron emisarios a Alsacia, a orillas del Mosela y del alto Rin y a Franconia para hacer ingresar en la alianza a todos los campesinos, proclamándose como principal objetivo la supresión de la dominación feudal, la destrucción de todos los castillos y conventos y la supresión de toda soberanía fuera de la imperial. La bandera de la alianza era la tricolor alemana.

La insurrección se extendió rápidamente por toda la parte alta del actual país de Baden. El pánico se apoderó de la nobleza de Suabia cuyas fuerzas militares se hallaban casi todos ocupadas en Italia, luchando contra Francisco I de Francia. No le quedó otra salida que la de aplazar la decisión entablando largas negociaciones para procurarse entre tanto el dinero necesario para levantar tropas aguardando tener la suficiente fuerza para poder castigar a los insolentes campesinos con “el saqueo, el fuego y la Sangre”. Entonces dio comienzo aquella traición sistemática, la falta continua a la palabra dada, la perfidia consecuente por la cual los príncipes y la nobleza se distinguieron durante toda la guerra campesina y que fue su arma más eficaz frente a los campesinos descentralizados y de difícil organización. La liga de Suabia que abarca los príncipes, a la nobleza y a las ciudades imperiales del suroeste de Alemania se interpuso, pero sin dar garantías positivas a los campesinos. Estos siguieron en movimiento. Del 30 de septiembre a mediados de octubre Juan Miller de Bulgenbach atravesó la Selva Negra hasta Urach y Furtwangen aumentando sus efectivos hasta 3500 hombres con los que tomó posiciones cerca de Eratingen (no lejos de Stühlingen) La nobleza solo disponía de 1700 hombres y aun éstos se hallaban dispersos. Se vio forzada a negociar una tregua que por fin se concluyó en el campamento de Eratingen.

Prometieron a los campesinos la conclusión de un tratado directamente entre ambas partes o por intervención de un árbitro y el examen de sus quejas por el tribunal de Stockach.

Los campesinos se pusieron de acuerdo sobre 16 artículos cuya sanción iban a pedir al tribunal de Stockach. Eran sumamente moderados. La supresión del derecho de caza, de los servicios personales, de los tributos más abrumadores y de los privilegios señoriales en general, la protección contra las detenciones arbitrarias y contra los tribunales facciosos era todo lo que pedían.

Pero apenas los campesinos habían vuelto a sus hogares cuando la nobleza exigió el pago de todos los derechos objeto de litigio hasta que el tribunal se hubiera pronunciado. Como era natural los campesinos se negaron a efectuarlo remitiéndose al tribunal. El conflicto se reprodujo; los campesinos se reunieron de nuevo, los príncipes y señores concentraron sus tropas. Esta vez el movimiento se extendió a Brisgovia y hasta a una gran parte de Wurtemberg. Las tropas encabezadas por Jorge Truchsess de Waldburg, el duque de Alba de la guerra campesina, observaban a los campesinos y derrotaron a algunos grupos aislados que acudían como refuerzos, pero sin arriesgar un ataque de conjunto. Jorge Truchsess negoció con los jefes campesinos logrando se firmase algún que otro convenio.

A fines de diciembre dieron comienzo las deliberaciones del tribunal de Stockach. Los campesinos protestaron contra la composición del tribunal, exclusivamente formado por nobles. Como contestación les leyeron el acta de nombramiento imperial. Las deliberaciones se prolongaron, mientras tanto, se armaban la nobleza, los príncipes y las autoridades de la liga de Suabia. El archiduque Fernando que además de sus reinos hereditarios de la Austria actual gobernaba a Wurtemberg, la Selva Negra y la Alsacia del sur ordenó se procediese con la mayor severidad contra los campesinos rebeldes. Había que capturarlos y matarlos sin piedad, había que perderlos como fuera, quemando y devastando sus bienes, arrojando del país a sus hijos y mujeres. Ya se ve como los príncipes y señores guardaban la tregua y que era lo que entendían por “mediación amistosa” y “examen de las quejas”. El archiduque Fernando al que la casa Welser de Augsburgo había otorgado un empréstito, se armó a toda prisa; la liga de Suabia decretó nuevos impuestos y alistamientos de tropas dando tres breves plazos para el cumplimiento de esta orden.

Todas estas sublevaciones coinciden con la estancia de Tomas Münzer que permaneció cinco meses en el sur. Aunque no existen pruebas directas de su intervención en el desencadenamiento y la marcha del movimiento, se puede comprobar indirectamente. Los más decididos de los revolucionarios campesinos eran en su mayoría sus discípulos y compartían sus ideas. Se les atribuían los doce artículos así como la carta de los artículos de los campesinos del sur aunque por cierto no fue el quien redactó los primeros. Cuando ya regresaba a Turingia hizo público un folleto revolucionario dirigido a los campesinos rebeldes.

Al mismo tiempo el duque Ulrico, expulsado de Wurtemberg desde 1519, estaba intrigando para entrar otra vez en posesión de su país con ayuda de los campesinos. Desde su expulsión trataba de utilizar el partido revolucionario al que ayudaba continuamente. Se halla su nombre en casi todas las revueltas locales que se produjeron entre 1520 y 1524 en la Selva Negra y en Wurtemberg; ahora se preparaba abiertamente a invadir Wurtemberg desde su castillo de Hohentwiel Pero los campesinos no hicieron sino aprovecharse de él; nunca tuvo influencia alguna sobre ellos y aun menos su confianza.

Así pasó el invierno sin que se registrasen hechos decisivos. Los grandes señores se escondieron y la sublevación de los campesinos ganó mayor extensión. En enero de 1525, el país entero, desde el Rin hasta el Danubio y el Lech estaba en plena efervescencia y en febrero se desencadeno la tormenta.

Mientras las bandas de la Selva Negra y del Hegau, capitaneadas por Juan Müller de Bulgenbach conspiraban con Ulrico de Wurtemberg, participando algunas en su fracasada expedición contra Stuttgart (en febrero y marzo de 1525), los campesinos del Ried cerca de Ulm se sublevaron el 9 de febrero y se reunieron cerca de Baltringen en un campamento rodeado de terrenos pantanosos. Izaron la bandera roja y formaron la columna de Baltringen conducida por Ulrico Schmid que tenia 10000 ó 12000 hombres.

El día 25 de febrero el destacamento del alto Allgäu se concentró al lado del monte Schusser, con motivo del rumor de que las tropas marchaban contra los descontentos que también allí se habían manifestado. El 26 se reunieron los ciudadanos de Kempten que durante todo el invierno habían peleado con un arzobispo y se unieron a los rebeldes. Las ciudades de Memmingen y Kaufbeuren se agregaron al movimiento bajo ciertas condiciones; por primera vez se manifestó lo ambiguo de la posición que las ciudades ocupaban en esta lucha. El 7 de marzo fueron aprobadas en Memmingen los “doce artículos de Memmingen” vigentes para todos los campesinos del Alto Allgäu.

Con motivo de un mensaje llegado del Allgäu se form el destacamento del Lago a orillas del lago de Constanza. También este destacamento se fortaleció rápidamente; tenía su cuartel general en Bermatingen.

Asimismo se levantaron en los primeros días de marzo los campesinos del bajo Allgäu, en la región de Ochsenhausen y Schellenberg, en Zeil y Waldburg que formahan los dominios de Truchsess. Este destacamento del bajo Allgäu que contaba con 7000 hombres, acampaba cerca de Wurzach.

Los cuatro destacamentos aceptaron los artículos de Memmingen que además de ser mucho más moderados que los del Hegau denotaban una sorprendente falta de energía en todo lo que se refería al comportamiento de las bandas armadas frente a la nobleza y a los gobiernos. La decisión y la energía cuando no faltaron por completo no aparecieron sino en pleno transcurso de la guerra cuando los campesinos ya habían adquirido suficiente experiencia en cuanto a la actuación de sus enemigos.

Al mismo tiempo que se constituían estos destacamentos, se formó el sexto a orillas del Danubio. Todos los campesinos de la región, de Ulm y Donauwörth, de los valles del Iller, Roth y Biber se congregaron en Leipheim donde establecieron su campamento. De 15 pueblos habían venido todos los hombres capaces de llevar armas, otros 117 habían enviado fuertes contingentes. Jefe del destacamento de Leipheim era Ulrico Schön; actuaba como predicador el cura de Leipheim, Jacobo Wehe.

A primeros del mes de marzo había en los seis campamentos de 30000 a 40000 campesinos armados, procedentes de la alta Suabia. Los destacamentos se componían de elementos muy diversos. En todas partes el partido revolucionario de Münzer era la minoría. Sin embargo, constituía el eje y el principal sostén de las bandas de campesinos. La gran masa estaba siempre dispuesta a aceptar compromisos con los señores, con tal de que les hicieran aquellas concesiones que esperaban obtener por coacción al adoptar su actitud amenazante. Al prolongarse la lucha y cuando se aproximaban los ejércitos de los príncipes, los campesinos estaban hartos de guerra y la mayor parte de los que aun tenían algo que perder se marcharon a casa. Grandes masas de lumpemproletarios vagabundos se habían agregado a los destacamentos; su presencia hacía difícil el mantenimiento de la disciplina y sus frecuentes deserciones desmoralizaban a los campesinos. Así se explica que al principio los campesinos no saliesen de su actitud puramente defensiva; la desmoralización cundía entre ellos que aun prescindiendo de su insuficiente táctica y de la escasez de buenos jefes no hubieran podido estar a la altura de los ejércitos regulares.

Aun antes de haberse concentrado los destacamentos, el duque Ulrico desde el Hohentwiel invadió Wurtemberg con tropas mercenarias y algunos campesinos del Hegau. La liga de Suabia habría sido derrotada si del otro lado los campesinos hubiesen atacado a las tropas de Truchsess. Pero gracias a la actitud puramente defensiva de las bandas Truchsess logró concluir rápidamente un armisticio con los campesinos de Baltringen, del Allgäu y del Lago, entablando negociaciones y prometiendo someter el litigio a los tribunales el domingo de Judica (el 2 de abril). Mientras tanto pudo ocupar Stuttgart, marchar contra el duque Ulrico y obligarlo a abandonar de nuevo el territorio de Wurtemberg, el día 17 de marzo. Luego se volvió contra los campesinos, pero los lansquenetes de su propio ejército se insubordinaron negándose a marchar contra ellos. Por fin consiguió pacificar a los amotinados y trasladarse a Ulm —donde se concentraron nuevos refuerzos— no sin haber establecido un puesto de observación cerca de Kirchheim.

La Liga de Suabia que por fin tenía las manos libres después de concentrar las primeras tropas se quitó la careta declarando estar decidida a “resistir por las armas y con la ayuda de Dios a los intentos arbitrarios de los campesinos”.

Mientras tanto los campesinos observaban escrupulosamente el armisticio. Para la sesión del tribunal anunciada para el domingo de Judica habían redactado los famosos doce artículos que contenían sus reivindicaciones. Pedían la libre elección y destitución de los sacerdotes por la comunidad, la supresión del pequeño diezmo y la utilización del gran diezmo para fines públicos, después de pagados los haberes de los curas; además pedían la restricción de los servicios personales, tributos e hipotecas, la restitución de los montes comunales y particulares ocupados arbitrariamente, el restablecimiento de sus privilegios suprimidos y el cese de las arbitrariedades de la justicia v administración. Se ve que en las bandas campesinas prevalecía el criterio conciliador del partido moderado.

El partido revolucionario ya había establecido su programa en la carta de artículos. En esta carta abierta, dirigida a todos los campesinos los invitaba a ingresar en la “unión y hermandad cristiana” para acabar con todos los tributos sea por las buenas “lo que no parece posible”, sea por la violencia; al mismo tiempo amenazaba a los recalcitrantes con la “excomunión secular”, es decir, con excluirlos de la sociedad y de todo trato con los miembros de la unión. También había que incluir todos los castillos, conventos y fundaciones religiosas en la excomunión secular, en caso que los nobles, curas y frailes no las abandonaran voluntariamente, para vivir en casas ordinarias como los otros hombres, ingresando en la unión cristiana. Este manifiesto tan radical, redactado seguramente antes de la insurrección que estalló en la Primavera de 1325 trata, sobre todo, de la revolución, del aniquilamiento de las clases hasta entonces dominantes; la “excomunión secular” marca a los opresores y traidores a los que hay que matar, los castillos que han de ser quemados, los conventos y fundaciones que se han de confiscar y cuyos tesoros deben ser vendidos.

Pero antes de que los campesinos pudiesen someter sus doce artículos a los árbitros recibieron la noticia de la traición de la liga de Suabia y de la próxima llegada de las tropas. Sin tardar tomaron sus medidas. En Geisbeuren celebraron una asamblea general los campesinos del Allgäu, de Baltringen y del lago. Los cuatro destacamentos se entremezclaron organizándose cuatro columnas nuevas y se acordó la incautación de los bienes eclesiásticos, la venta de las joyas en beneficio de la caja militar y la quema de los castillos. Así se impuso al lado de los doce artículos, la carta de los artículos, como regla de conducta de los beligerantes y el domingo de Judica, el día en que se iba a firmar la paz fue la fecha de la sublevación general.

La excitación creciente, los incesantes conflictos locales entre los campesinos y la nobleza, las noticias de la insurrección en la Selva Negra que crecía continuamente extendiéndose hasta el Danuhio y el Lech bastan ampliamente para explicar la rapidez con que se sucedieron las sublevaciones campesinas en las dos terceras partes de Alemania. Pero la simultaneidad de todas estas sublevaciones parciales es prueba de que a la cabeza de los movimientos se hallaban personas que lo habían organizado por medio de emisarios, anabaptistas y otros. En los últimos días de marzo se produjeron disturbios en Wurtemberg, a orillas del Neckar, en el Odenwald y en la alta y media Franconia; pero ya antes se había fijado en todas partes la fecha del 2 de abril para llevar a cabo el levantamiento general y el golpe decisivo; la insurrección de las masas se produjo en la primera semana de abril. El día 1° de este mes los campesinos del Allgäu, Hegau y los del lago tocaron las campanas a rebato convocando asambleas de masa y llamando al campamento a todos los hombres capaces de llevar armas al mismo tiempo que los de Baltringen comenzaron las hostilidades contra los castillos y conventos.

En Franconia donde el movimiento se agrupaba alrededor de seis centros la insurrección estalló unánimemente en los primeros días de abril. Cerca de Nordlingen los campesinos constituyeron dos campamentos; con su ayuda triunfó en la ciudad el partido revolucionario cuyo jefe era Antonio Forner que fue nombrado alcalde; Nordlingen paso al lado de los campesinos. En el territorio de Anspach los campesinos se sublevaron entre los días 1º y 7 de abril; desde allí la insurrección se extendió a Baviera. Cerca de Rottenburg los campesinos estaban en armas desde el 22 de marzo; en la ciudad de Rottenburg los pequeños burgueses y plebeyos acaudillados por Esteban de Menzingen derribaron al gobierno de los honorables el 27 de marzo; pero como las prestaciones de los campesinos constituían el principal ingreso de la ciudad, el nuevo gobierno, a su vez, adoptó frente a ellos una actitud vacilante y ambigua. En el obispado de Witsburgo todos los campesinos y las pequeñas ciudades se sublevaron al principio del mes y en el obispado de Bamberg la insurrección general fue tan potente que a los cinco días el obispo se vio obligado a transigir. Y en el norte, en la frontera de Turingia se formó el gran campamento de Bildhansen.

En el Odenwald donde el aristócrata, ex canciller de los condes de Hohenlohe, Wendel Hipler y el tabernero de Ballenberg Jorge Metzler se habían puesto a la cabeza del partido revolucionario; el movimiento comenzó el 26 de marzo.

De todas partes los campesinos afluyeron a orillas del Tauber. A ellos se unieron 2000 hombres que procedían del campamento de Rottenburg. Jorge Metzler asumió el mando y el 4 de abril, después de llegar los refuerzos, marchó al monasterio de Schöntal donde se le unieron los del Neckartal. Su jefe era Jacklein Rohrbach[1], tabernero de Böckingen cerca de Heilbronn. El domingo de Judica habían proclamado la insurrección en Fleim, Southeim, etc., mientras Wendel Hipler con algunos conjurados tomaba por sorpresa la aldea de Ohringen, arrastrando al movimiento a los campesinos de la región. En Schöntal ambas columnas, reunidas en el destacamento blanco aceptaron los doce artículos organizando expediciones contra los castillos y conventos. El destacamento blanco tenia 8000 hombres y disponía de cañones y de 3000 carabinas. Florían Geyer un caballero de Franconia se agregó y formó la “cuadrilla negra”, cuerpo de elite que se reclutaba, sobre todo, entre las milicias de Rottenburg y Ohringen. El conde Luis de Helfenstein gobernador de Neckarsulm, enviado por el gobierno de Wurtenberg, comenzó la lucha. Mandó pasar por las armas a todos los campesinos que cayeron entre sus manos. El destacamento blanco marchó contra él. Estas matanzas como también la noticia de haber sido derrotados los de Leipheim y muerto Jacobo Wehe, victima de las numerosas crueldades de Truchsess, exacerbó a los campesinos. El conde de Helfenstein se había hecho fuerte en Weinsberg y allí fue atacado. Florían Geyer asaltó el castillo, la ciudad fue ocupada tras larga lucha y el conde Luis con varios caballeros fue hecho prisionero. Al día siguiente Jacklein Rohrbach y los más decididos de entre sus hombres juzgaron a los prisioneros. El conde y catorce de los suyos fueron sentenciados a ser “pasados por las baquetas”, la más ignominiosa muerte que se les podía dar. La toma de Weinsberg y la venganza terrorista que Jacklein tomó en el conde ejercieron el debido efecto sobre la nobleza. Los condes de Lowenstein ingresaron en la unión campesina y los de Hohenlohe que ya lo habían hecho, pero sin prestar los auxilios prometidos, enviaron inmediatamente la artillería y la pólvora exigida.

Los cabecillas deliberaron sobre la oportunidad de nombrar jefe a Gotz de Berlichingen “que podía ganar a la nobleza”. La proposición agradó; pero Florían Geyer que veía en este estado de ánimo de los jefes y campesinos el comienzo de la reacción se separó del destacamento y con su cuadrilla negra corrió por la región del Neckar y luego por la de Witsburgo quemando todos los castillos y destruyen-do los nidos de los frailes.

El resto del destacamento marchó hacia Heilbrohn. En esta poderosa ciudad libre, existía —como en todas partes— frente a los honorables, una oposición burguesa y otra revolucionaria. En cumplimiento de un acuerdo secreto con los campesinos esta última abrió en medio del tumulto las puertas de la ciudad a J. Metzler y Jacklein Rohrbach. Los jefes campesinos la ocuparon con sus hombres y la hicieron miembro de la hermandad que les pago 1200 florines en dinero y puso a su disposición una compañía de voluntarios. Tan sólo saquearon las propiedades del clero y las de la orden teutónica. El día 22 los campesinos se marcharon otra vez dejando una pequeña guarnición. Heilbronn iba a ser el centro de los diferentes destacamentos que enviaron sus delegados para deliberar sobre la acción y las reivindicaciones comunes de los campesinos. Pero la oposición burguesa que desde la entrada de los campesinos se había aliado con los honorables predominaba otra vez en la ciudad impidiendo se tomasen medidas enérgicas y aguardando la llegada de los ejércitos monárquicos para traicionar definitivamente a los campesinos.

Los campesinos se acercaron al Odenwald. El 24 de abril Gotz de Berlichingen que pocos días antes se había ofrecido al elector del palatinado y luego a los campesinos para volver a ofrecerse al elector, tuvo que ingresar en la hermandad evangélica y asumir el mando del destacamento blanco (en contraposición al negro de Florían Geyer). Pero al mismo tiempo era prisionero de los campesinos que desconfiaban de él, lo vigilaban y no le dejaban tomar decisiones sin la previa autorización de los cabecillas. Pasando por Buchen Götz y Metzler marcharon a Amorbach donde permanecieron del 30 de abril hasta el 5 de mayo propagando la insurrección por toda la región de Maguncia. Obligaron a la nobleza a seguir el movimiento por lo cual se salvaron los castillos y únicamente los conventos fueron saqueados y quemados. El destacamento se había desmoralizado progresivamente: los más enérgicos se habían marchado con Florían Geyer o con Jacklein Rohrbach que también se había separado después de la toma de Heibronn probablemente porque el juzgador del conde de Helfenstein no podía ya formal parte de un destacamento que quería llegar a un acuerdo con la nobleza.

Este afán de reconciliarse con la nobleza era ya en si una prueba de desmoralización. Poco después Wendel Hipler propuso una reorganización muy conveniente; había que alistar a los lansquenetes que se ofrecían diariamente y renunciar a renovar los efectivos, como se venia haciendo hasta entonces, reclutando nuevos contingentes todos los meses y licenciado los antiguos. Al contrario, había que guardar los hombres bastante expertos que ya estaban haciendo su servicio. Pero la asamblea comunal desechó ambas proposiciones. Los campesinos envanecidos por los éxitos, consideraban la guerra como una mera expedición de pillaje y la competencia de los lansquenetes no era como para agradarles. En cambio, querían reservarse el derecho de volver a casa cuando se hubieran llenado los bolsillos. En Amorbach el concejal Juan Berlín llegó incluso a hacer aprobar por los cabecillas y consejeros del destacamento la llamada “declaración de los dote artículos”, un documento en el cual se habían suavizado hasta las ultimas asperezas de los doce artículos, atribuyendo a los campesinos un lenguaje de humilde suplica. Pero esta vez la cosa fue demasiado fuerte; en medio de un gran escándalo los campesinos desecharon la declaración, conservando sus primitivos artículos.

Mientras tanto, se había producido un cambio decisivo en el obispado de Witsburgo pidiendo auxilio —aunque en balde— a todos sus vecinos. Por fin se había visto forzado a transigir momentáneamente. El 2 de mayo se reunió la Dieta, en la que tenían representación los campesinos; pero, antes de llegar a ningún acuerdo, se interceptaron algunas cartas que revelaron los manejos y la traición episcopal. La Dieta se disolvió inmediatamente v se entabló la lucha entre las ciudades sublevadas, los campesinos y la gente del obispo. El 5 de mayo, el obispo huyó a Heidelberg; al día siguiente, Florían Geyer con la cuadrilla negra llegó a Witsburgo, y con él el destacamento de Franconia venido del Tauber, formado por los campesinos de Mergentheim, Rottenburg y Anspach. El día 7, llego Götz, de Berlichingen, con el destacamento blanco; en seguida empezó el sitio de Frauenberg.

Desde fines de marzo y comienzo de abril se había formado otro destacamento en la región de Limpurg. Ellwangen y Hall. El de Gaildorf, o destacamento blanco, común, se manifestó con gran violencia, sublevando la región entera y quemando muchos conventos y castillos, entre ellos el castillo de Hohenstaufen. Obligo a todos los campesinos a unirse y forzó a todos los nobles a ingresar en la hermandad cristiana.

A principio de mayo, hizo una incursión en Wurtemberg, siendo rechazado. Entonces, como en 1848, el particularismo de los pequeños estados de Alemania no permitía una acción concertada de revolucionarios que pertenecían a diferentes estados. Limitados a un territorio reducido, los campesinos Gaildorf tuvieron forzosamente que disgregarse, una vez vencidos todos los obstáculos en este territorio. Se pusieron de acuerdo con la ciudad de Gmünd y se dispersaron, dejando tan sólo 500 hombres armados.

A fines de abril se habían formado bandas de campesinos en el Palatinado, a ambas orillas del Rin. Destruyeron muchos castillos y conventos; el 1º de mayo tomaron Neustadt del Hardt; los de Buchrain, que habían atravesado el Rin, habían ya impuesto un tratado a la ciudad de Espira. Con las escasas tropas del elector, el mariscal de Saverna no pudo nada contra ellos y, el 10 de mayo, el elector tuvo que firmar un tratado con los insurgentes, en el cual les prometía que la dieta acabaría con los motivos de sus quejas.

En algunas regiones de Wurtemberg, la insurrección había estallado muy pronto. En febrero, los campesinos de los montes de Urach habían formado una alianza contra los curas y grandes señores; a fines de marzo se sublevaron los campesinos de Blaubeuren, Urach, Münsingen, Balingen y Rosenfeld. Las bandas de Gaildorf invadieron el territorio de Wurtemberg, cerca de Göppingen; las de Jacklein Rofhbach, cerca de Brakkenheim, y los restos del destacamento derrotado de Leipheim entraron cerca de Pfullingen, sublevando a la población campesina. En otras regiones se produjeron también serios disturbios. El 6 de abril, Pfullingen tuvo que capitular ante los campesinos. El gobierno del archiduque austriaco estaba en situación muy comprometida. Carecía en absoluto de dinero, sus tropas eran escasas. Las ciudades y aldeas se hallaban en condiciones malísimas; no tenían guarnición ni municiones. La misma fortaleza de Asperg estaba casi desamparada.

El intento del gobierno de movilizar los contingentes de las ciudades contra los campesinos fue la causa de su derrota momentánea. El 16 de abril, el contingente de Bottwar se negó a salir y, en vez de ir a Stuttgart, marchó al monte Wunnenstein, cerca de Bottwar, en donde forma el núcleo de un campamento de campesinos y ciudadanos que creció rápidamente. El mismo día estalló la sublevación del Zabergau; el monasterio de Maulbronn fue saqueado y un gran número de conventos y castillos quedaron totalmente destrozados. Los campesinos del Zabergau recibieron refuerzos del pueblo cercano de Bruchrain.

A la cabeza de las bandas del Wunnenstein se puso Matern Feuerbacher, concejal de Bottwar, uno de los jefes de la oposición burguesa que estaba comprometido lo suficiente para verse obligado a ir con los campesinos. Sin embargo, nunca depuso su actitud sumamente moderada, impidiendo la aplicación de la carta de los artículos en lo que se refería a los castillos y buscando siempre la conciliación de los campesinos con la burguesía moderada. Impidió la unión de los campesinos de Wurtemberg con el destacamento blanco: determinó a los de Gaildorf a que abandonasen el territorio.

El día 19 de abril fue destituido por sus tendencias burguesas; pero al día siguiente volvieron a nombrarle capitán. Era insustituible, y el mismo Jäcklein Rohrbach, cuando el día 22, con 200 hombres decididos, se unió a los de Wurtemberg, no tuvo mas remedio que dejarlo en su puesto, limitándose a vigilar estrechamente su actuación.

El 18 de abril, el gobierno intento negociar con los campesinos del Wunnenstein. Los campesinos insistieron en hacerle aceptar los doce artículos, pero esto no lo podían consentir los delegados. El destacamento se puso en marcha. El día 20 llegó a Lauffen, donde rechazó por última vez las proposiciones del gobierno. El 22, los 6000 hombres habían llegado a Bietigheim, amenazando a Stuttgart. Casi todos los concejales que constituían el ayuntamiento de esta ciudad habían huido, siendo sustituidos por una comisión de ciudadanos. Entre estos existían las divergencias de siempre entre los honorables, la oposición burguesa y los plebeyos revolucionarios. El 25 de abril, estos últimos abrieron 1as puertas de Stuttgart, que fue inmediatamente ocupado por los campesinos. Allí se llevó a cabo la organización del destacamento blanco cristiano —que fue el nombre, que tomaron los campesinos— y se fijaron las reglas para la paga de los combatientes y el reparto del botín y del rancho. También se incorporó una compañía, compuesta por vecinos de Stuttgart, mandados por Theus Gerber.

El 29 de abril, Feuerbacher marchó con todo el destacamento contra los campesinos de Gaildorf; hizo ingresar en la unión a todos los habitantes de la región y, así, obligó a la gente de Gaildorf a retirarse. De este modo impidió que los elementos revolucionarios de su destacamento, acaudillados por Rohrbach, se reforzasen por la incorporación de los peligrosos extremistas de Gaildorf. Habiendo recibido noticias que anunciaban la llegada de Truchsess, Feuerbacher marchó contra él, y el día 19 de mayo mando acampar en Kirchheim del Teck.

Acabamos de referir el origen y el desarrollo de la sublevación en la parte de Alemania que debemos considerar como el terreno de acción del primer grupo de las bandas campesinas. Antes de pasar a los demás grupos (Turingia, Hessen Alsacia, Austria y los Alpes), tendremos que decir algo sobre la campaña de Truchsess, que logró aplastar a este primer grupo de insurgentes al principio con sus propios medios y luego con el apoyo de varios príncipes y ciudades. No nos hemos vuelto a ocupar de Truchsess, desde que llegó a Ulm, a fines de marzo, dejando en Kirchheim un puesto de observación, al mando de Dietrich Spät. Las tropas de Truchsess, después de hacer recibido en Ulm los refuerzos enviados por la liga Suaba, consistentes en poco menos de 10000 hombres, entre los que se contaban 7200 de infantería, formaban el único ejercito disponible para atacar a los campesinos. Los refuerzos llegaron muy lentamente a Ulm, por las dificultades con que tropezaba el reclutamiento en los países sublevados, por la penuria de los gobiernos y porque en todas partes las escasas tropas que había eran absolutamente indispensables para guarnecer fortalezas y castillos. Ya sabemos cuán escasas eran las tropas de que disponían aquellos príncipes y ciudades que no pertenecían a la liga Suaba. Todo dependía, pues, de las victorias que Jorge Truchsess alcanzara con su ejercito. Truchsess se volvió, primero, contra el destacamento de Baltringen, que, entretanto, había empezado a destruir castillos y conventos en las cercanías del Ried. Al acercarse las tropas de la liga, los campesinos se retiraron al interior del Ried; pero, viéndose envueltos, tuvieron que abandonar los pantanos, pasaron el Danubio y se hicieron fuertes en los barrancos y selvas de la montaña suaba. Allí estaban a salvo de la artillería y caballería, que constituían la fuerza principal del ejercito liguero, y Truchsess cesó de perseguirles. Marchó contra los de Leipheim, que tenían 4000 hombres en el valle del Mindel y otros 6000 en Illertissen, sublevando la región entera, destruyendo castillos y conventos y preparando sus tres columnas para emprender la marcha sobre Ulm. Parece que también allí existía cierta desmoralización entre los campesinos que disminuía el valor guerrero del destacamento: porque, desde los primeros momentos, Jacobo Wehe quiso entrar en negociaciones con Truchsess. Pero ahora éste no le hizo caso, ya que contaba con la suficiente fuerza militar. El 4 de abril atacó la columna principal, cerca de Leipheim, dispersándola completamente. Jacobo Wehe, Ulrico Schön y otros dos cabecillas fueron capturados y decapitados. La plaza de Leipheim se rindió y, después de dar algunas batidas por la región quedó sometido todo el distrito.

Una nueva rebelión de sus lansquenetes que exigían mayor botín y el pago de un suplemento detuvo a Truchsess hasta el 10 de abril. Luego volvió hacia el sur, contra los de Baltringen, que, entretanto, habían invadido sus señoríos de Waldburg, Zeil y Wolfegg, sitiando sus castillos. Otra vez encontró a los campesinos divididos, y el 11 y 12 de abril los venció separadamente en varios combates, dispersando también este destacamento. El resto, bajo el mando del cura Florian, se replegó hacia el lago de Constanza.

Entretanto el destacamento del lago había dado numerosas batidas y había hecho ingresar en la hermandad a las ciudades de Buchhorn (hoy Friedrichshafen) y Wollmatingen. El 13 se celebró un gran consejo de guerra en el monasterio de Salem, acordando salir al encuentro de Truchsess. Inmediatamente se tocaron las campanas a rebato y 10000 hombres, a los que luego se incorporaron los vencidos de Baltringen, se reunieron en el campamento de Bermatingen. El 15 de abril sostuvieron un combate favorable contra Truchsess, que aún no quería exponer su ejército a una batalla decisiva, porque, además, se había enterado de que, a su vez, se acercaban los del Heagu y del Allgäu. El 17 de abril firmó con los campesinos del lago y del Baltringen el convenio de Weingarten, que encontraron ventajoso y que aceptaron sin vacilar. Además, consiguió de los delegados del alto y bajo Allgäu que aceptasen también el convenio, marchando luego a Wurtemberg.

Su astucia lo salvo de la catástrofe segura. Si no hubiese sabido engañar a estos campesinos débiles, cortos de entendimiento y en su mayoría ya desmoralizados, y a sus jefes incapaces, miedosos y corruptibles, él y su pequeño ejercito se hubieran visto encerrados e irremediablemente perdidos en medio de cuatro columnas que, por lo menos, sumaban de 25000 a 30000 hombres; pero la poca inteligencia de sus enemigos —este es, fatalmente, el defecto de las masas campesinas— le hizo posible deshacerse de ellos en el momento preciso en que hubiesen podido acabar con la guerra de un solo golpe, por lo menos en Suabia y Franconia. Los campesinos del lago mostraron tal empeño en cumplir este convenio, que naturalmente resultó ser un engaño, que llegaron incluso, a tomar las armas contra sus propios aliados del Hegau. Los campesinos del Allgäu, cuando supieron la traición de sus jefes, se declararon en contra del convenio; pero, entretanto. Truchsess se había salvado del peligro.

Los campesinos del Hegau que no estaban incluidos en el convenio de Weingarten dieron, poco después, otra prueba de este particularismo estúpido, de este provincialismo testaurado que acabó por hundir todo el movimiento. Cuando Truchsess se había marchado a Wurtemberg sin que hubiesen dado resultado las negociaciones con los del Hegau, estos se fueron tras él, permaneciendo siempre a su retaguardia

Pero no se les ocurrió unirse con el destacamento blanco cristiano de Wurtemberg, por la sencilla razón de que los de Wurtemberg y los del valle de Neckar también se habían negado a auxiliarlos en cierta ocasión. Por eso, cuando Truchsess se había alejado lo suficiente, volvieron tranquilamente y marcharon a Friburgo.

Al entrar Matern Feuerbacher con los campesinos de Wurtemberg en Kirchheim, el cuerpo de observación que Truchsess había dejado se retiró a Urach. Después de intentar la ocupación de Urach, Feuerbacher se dirigió a Nürtingen pidiendo auxilio a todos los insurgentes de la región para dar la batalla decisiva. Realmente, llegaron grandes refuerzos, tanto del bajo Wurtemberg como del Gau; sobre todo los campesinos del Gau, agrupados en derredor de los restos de los de Leipheim, que se habían retirado a la parte occidental de Wurtemberg propagando la insurrección en los valles del alto Neckar y Nagold hasta Böblingen y Leonberg, acudieron en dos fuertes columnas, y el 5 de mayo se unieron a Feuerbacher en Nürtingen. Encontraron a Truchsess cerca de Bötingen. Su número, su posición y la artillería de que disponían sorprendió a Truchsess. Según su método acostumbrado, no tardo en iniciar las negociaciones, llegando a un armisticio con los campesinos. En cuanto los campesinos se sintieron seguros, Truchsess los atacó por sorpresa el 12 de mayo, en plena tregua, obligándoles a dar la batalla decisiva. Los campesinos opusieron una resistencia desesperada hasta que, por fin, la ciudad de Bötlingen cayó en manos de Truchsess por la traición de los ciudadanos. Así, el ala izquierda de los campesinos se halló privada de su punto de apoyo y se vio deshecho y cercado. La batalla estaba decidida El desorden cundió entre los campesinos poco acostumbrados a la disciplina y pronto huyeron a la desbandada; los que no fueron muertos o apresados por los jinetes de la liga tiraron las armas apresurándose a regresar a sus pueblos. El destacamento blanco cristiano y con el la insurrección de Wurtemberg estaban totalmente deshechos. Theus Gerber logro huir a Esllingen. Feuerbacher huyó a Suiza, Jacklein Rohbarch fue hecho prisionero, encadenado y llevadó a Neckargartach, donde Truchsess lo manda atar a un palo, amontonando leña a su alrededor, siendo asado vivo a fuego lento, mientras é1 se banqueteaba con sus caballeros gozando de tan noble espectáculo.

Desde Neckargartach, Truchsess hizo una incursión en el Kraichgau para apoyar las operaciones que estaba realizando el elector del Palatinado. Al recibir éste la noticia de los éxitos de Truchsess, rompió la tregua con los campesinos y atacó el Buchrain el 23 de mayo, tomando y quemando Malsch tras una resistencia encarnizada y, después de saquear varias aldeas, ocupó Bruchsal. Al mismo tiempo, Truchsess atacó a Eppingen, capturando a Antonio Eisenhut, jefe local del movimiento, al que el elector mando ejecutar inmediatamente en compañía de otros doce cabecillas. De este modo, sometió el Buchrain y el Kraichgau, que tuvieron que pagar cerca de 40000 florines de indemnización. El ejército de Truchsess que, como consecuencia de las batallas ultimas, se hallaba reducido a 6000 hombres y el del elector, que tenia 6500, se unieron para marchar contra los campesinos del Odenwald.

La noticia de la derrota de Böttingen llenó de terror a los insurgentes. Las ciudades libres que habían caído en las duras manos de los campesinos respiraron por primera vez. Heilbronn dio el primer paso hacia la reconciliación con la liga Suaba. En Heilbronn se hallaba la cancillería de los campesinos y se reunían los delegados de los diferentes destacamentos para deliberar sobre las proposiciones que en nombre de todos los campesinos insurgentes iban a dirigir al emperador y al Reich. De estas negociaciones, que tenían por fin crear un derecho común vigente en toda Alemania. resaltó una vez más que ni la campesina ni ninguna otra clase estaban lo suficientemente desarrolladas para reorganizar la vida de la nación entera según sus intereses. Desde el primer instante se vio que para otros fines era imprescindible ganar a la nobleza y, sobre todo, a la burguesía. La dirección de las negociaciones vino a parar a manos de Wendel Hipler. De todos los jefes del movimiento, fue Wendel Hipler quien mejor se dio cuenta de la situación. No era un revolucionario de grandes ideas como Miinzer ni un representante do los campesinos como Metzler o Rohrbaeh. Su gran experiencia, su conocimiento práctico de las relaciones entre las diferentes clases le impedía representar exclusivamente a una sola clase en contra de las demás que participaban en el movimiento. Lo mismo que Münzer, que representaba a una clase que se hallaba totalmente al margen de la sociedad oficial, es decir, a los gérmenes del proletariado, presintió el comunismo; así, Wendel Hipler, como representante del conjunto de todos los elementos progresivos de la nación, llegó a presentir la sociedad burguesa moderna. Aunque los principios que defendía y las reivindicaciones que formulaba no eran realizables inmediatamente, eran, sin embargo, el resultado algo idealizado pero necesario, de la disolución en que se hallaba la sociedad feudal; y cuando los campesinos se pusieron a elaborar proyectos de leyes para todo el imperio, tuvieron que tenerlo en cuenta. Así, pues, la centralización que exigían los campesinos adquirió en Heilbronn, una forma más positiva, pero completamente opuesta al concepto que de ella tenían aquellos. Así, por ejemplo, se propuso la unificación de monedas, medidas y pesos, es decir, que se formularon reivindicaciones de acuerdo con los intereses de la burguesía de las ciudades, mucho más que en el interés de los campesinos. A la nobleza se le hicieron concesiones que se parecen mucho a las actuales leyes de amortización y cuya finalidad era la transformación de la propiedad feudal en propiedad burguesa del suelo. En el momento, pues, en que las reivindicaciones de los campesinos se resumieron en una “reforma del imperio”, se tuvieron que subordinar no a las reivindicaciones momentáneas de los burgueses, pero si a sus intereses definitivos.

Mientras en Heilbronn aun duraba la discusión sobre estas reformas, Juan Berlin, el autor de la “declaración de los doce artículos”, salió a recibir a Truchsess y a negociar en nombre de los honorables ciudadanos la rendición de la ciudad. Los movimientos reaccionarios que se produjeron en la ciudad facilitaron la traición y Wendel y Hipler tuvo que huir con los campesinos. Marchó a Weinsberg donde trató de reunir los restos de los campesinos de Wurtemberg y los escasos efectivos móviles de Gaildorf. Pero de allí también tuvo que salir al acercarse Truchsess y el elector del Palatinado, dirigiéndose a Wirtzburgo para intentar movilizar el destacamento blanco. Entre tanto las tropas del elector y las de la liga sometieron toda la región del Neckar; obligaron a los campesinos a prestar de nuevo el juramento de fidelidad y quemaron muchas aldeas, degollando y ahorcando a todos los campesinos fugitivos que cayeron entre sus manos. La ciudad de Weinsberg fue quemada para vengar la muerte del conde Helfenstein.

Mientras tanto, los destacamentos reunidos cerca de Witsburgo sitiaban el Frauenberg; el 15 de mayo, aun antes de abrir brecha, intentaron con gran valentía asaltar la fortaleza, pero fue en balde. 400 hombres, de los más valientes que en su mayoría pertenecían al destacamento de Florián Geyer, cayeron muertos o heridos en los fosos. Dos días después llegó Wendel Hipler y reunió un consejo de guerra. Propuso no dejar más que 4000 hombres para sitiar el Frauenberg y llevar el grueso del ejército, que comprendía cerca de 20000 hombres, a un campamento cerca de Krautheim sobre el Jat, donde, ante los ojos de Truchsess se pudieran concentrar todos los refuerzos. El plan era excelente; tan sólo por la cohesión absoluta de las masas y por su superioridad numérica se podía derrotar al ejército de los príncipes que ahora tenia cerca de 13000 hombres. Pero la desmoralización y el desanimo de los campesinos eran ya demasiado grandes para permitir cualquier acción enérgica. También Gotz de Berlichingen —que poco después iba a traicionar abiertamente— parece haber contribuido a poner trabas al movimiento y así el plan de Hipler nunca llego a realizarse. Al contrario, las columnas se dividieron como de costumbre. Por fin, el destacamento blanco se puso en movimiento el 23 de mayo, prometiendo los de Franconia seguirles inmediatamente. El 26, las compañías del margraviato de Anspach que se hallaban en Wistburgo, emprendieron el regreso a su tierra al recibir la noticia de que el margrave había atacado a los campesinos. El resto del ejército que había actuado en el asedio con la cuadrilla negra de Florian Geyer tomó posiciones cerca de Heidingsfeld, no lejos de Witsburgo. El 24 de mayo el destacamento blanco llegó a Krautheim, en un estado que no le permitía entrar en campaña. Allí supieron muchos que sus aldeas habían prestado juramento a Truchsess y con este pretexto se volvieron a su casa. El destacamento siguió la marcha hasta Neckarsulm, y el día 28 entabló negociaciones con Truchsess. Al mismo tiempo, enviaron mensajeros a Franconia, Alsacia y a la Selva Negra para pedir el envió urgente de refuerzos. De Neckarsulm, Gotz regresó a ohringen. El destacamento disminuía a diario; el mismo Gotz de Berlichingen desapareció durante la marcha; se había ido a su casa después de haberse puesto de acuerdo con Truchsess sobre esta deserción, actuando como intermediario su antiguo compañero de armas Dietrich Spät. En Ohringen, una noticia falsa sobre la supuesta llegada del enemigo provocó el pánico de la masa desanimada y desorientada; el destacamento se disperso con gran desorden; Metzler y Wendel Hipler lograron, con grandes esfuerzos, conservar a unos 2000 hombres, a los que condujeron otra vez a Krautheim. Mientras tanto, se acercaban los 5000 campesinos de Franconia; pero Gotz, que, por lo visto, quería cometer otra traición, había ordenado se desviaran en su marcha hacia Ohringen, pasando por Lowenstein; de este modo no pudieron encontrar al destacamento blanco y marcharon a Neckarsulm. Truchsess estaba sitiando esta pequeña ciudad, ocupada por algunas compañías del destacamento blanco. Los de Franconia llegaron por la noche y vieron las hogueras del campamento de la liga pero sus jefes no tuvieron el valor de atacarlo y se retiraron a Krautheim, donde, por fin, encontraron los restos del destacamento blanco. El día 29, como no llegaron los refuerzos Neckarsulm, se rindió a los ligueros; inmediatamente Truchsess mandó ejecutar a trece campesinos y luego salio al encuentro de los destacamentos, matando, saqueando y quemándolo todo en su camino. En los valles del Necker, Kocher y Jaxt marcaban su camino las minas y los cadáveres de campesinos colgados de los árboles.

Cerca de Krautheim, los campesinos sufrieron su primer encuentro con Truchsess y tuvieron que replegarse hacia Konigshofen, sobre el Tauber, obligados por un movimiento envolvente de Truchsess. Allí tomaron posición con 8000 hombres y 32 cañones. Truchsess se acercó, ocultándose detrás de los montes y en los bosques; hizo avanzar columnas para hostilizar la retaguardia, y el 2 de junio los atacó con tanta energía y en número tan superior, que, a pesar de la resistencia que varias columnas opusieron hasta muy entrada la noche, los dispersó y derrotó completamente. Como siempre, la caballería de la liga, la “muerte de los campesinos”, contribuyó muy eficazmente a aniquilar al ejército de los insurgentes, arrojándose sobre los campesinos puestos en desorden por el fuego de artillería y fusilaría y los ataques con lanza, dispersándolos completamente para matarlos uno a uno. El ejemplo de los 300 ciudadanos de Köningshofen que servían en el ejército campesino da una idea de los métodos de guerra que empleaban Truchsess y su caballería. Todos, menos quince, fueron pasados a cuchillo durante la batalla, y de estos quince, otros cuatro fueron decapitados posteriormente.

Después de liquidar de este modo a los campesinos del Odenwald, del valle del Neckar y de la baja Franconia, Truchsess sometió toda la región dando batidas para quemar aldeas enteras, llevando a cabo numerosas ejecuciones; luego se trasladó a Witsburgo. En el camino supo que el segundo destacamento de Franconia, capitaneado por Florián Geyer y Gregorio de Burg-Bernsheim, se hallaba cerca de Sulzdorf, a donde se dirigió inmediatamente. Desde que fracasó el asalto a la fortaleza del Frauenberg, Florián Geyer comenzó a negociar con los príncipes y ciudades, especialmente con la ciudad de Rottenburg y el margrave Casimiro de Anspach, acerca de su ingreso en la hermandad campesina al recibir la noticia de la derrota de Konigshofen, interrumpió las gestiones. El destacamento Anspach, conducido por Gregorio de Burg-Bernsheim, se incorporó al suyo. Este destacamento se había formado recientemente. Con un espíritu digno de un Hohenzollern, el margrave Casimiro había sabido contener la sublevación de sus territorios, ya por medio de promesas, ya por amenaza de las tropas. Observaba una neutralidad perfecta frente a todos los destacamento, extraños, mientras éstos no atraían a sus súbditos. Trató de encauzar el odio de los campesinos contra las fundaciones eclesiásticas, contando con enriquecerse mediante su incautación posterior. Entretanto, se armaba, aguardando los acontecimientos. Apenas recibió la noticia de la batalla de Bottlingen, atacó a los campesinos rebeldes, saqueando y quemando sus aldeas y mandando ahorcar y acuchillar a muchos; pero los campesinos se concentraron rápidamente y, bajo el mando de Gregorio de Burg-Bernsheim, le derrotaron el 29 de mayo en Windsheim. Cuando le estaban persiguiendo, recibieron un llamamiento de los del Odenwald pidiendo auxilio. Sin vacilar se dirigieron a Heidigenfeld, de donde volvieron a Witsburgo en compañía de Florián Geyer (el 2 de junio). Sin haber recibido más noticias de los del Odenwald, siguieron su marcha con 4000 hombres, dejando a otros 5000 en la ciudad. El resto se había dispersado. Envalentonados por noticias falsas sobre el resultado de la batalla de Königshofen, Los sorprendió Truchsess cerca de Sulzdor, derrotándolos completamente. Como siempre, los jinetes y mercenarios de Truchsess hicieron una matanza tremenda. Florián Geyer logró conservar 6000 hombres —lo que quedaba de su cuadrilla negra—, y con ellos se abrió camino hasta Ingolstadt. 200 hombres ocuparon la iglesia y el cementerio; otros 400, el castillo. Las tropas del Palatinado los persiguieron y tomaron la aldea, incendiando la iglesia; los que no perecieron en las llamas, fueron muertos cuando huían. El fuego de las tropas abrió brecha en la vieja muralla del castillo, iniciándose el asalto. Dos veces los campesinos, protegidos por una segunda muralla rechazaron a las tropas, que, destruyendo también esta muralla, lograron en su tercer asalto tomar el castillo. La mitad de los campesinos pereció; Geyer logró escapar con los últimos 200. Pero el lugar en que se había refugiado fue descubierto al día siguiente (el lunes de Pentecostés); las tropas del Palatinado rodearon el bosque donde se hallaba escondido y mataron a todos. Durante estos dos días no hicieron más que 17 prisioneros. Florián Geyer se salvó otra vez con unos cuantos hombres decididos y fue a reunirse con los de Gaildorf, que todavía disponían de unos 7000 hombres. Pero cuando llegó ya se habían disuelto en su mayoría, aterrados por las malas noticias que de todas partes recibían. Geyer intento reunir en los bosques a los que huían; pero el 9 de julio las tropas lo sorprendieron cerca de Hall, donde murió luchando.

Truchsess, que después de la victoria de Könishofen había hecho llegar sus noticias a las tropas sitiadas en el Frauenberg, avanzó hacia Witsburgo. Con el mayor secreto, el ayuntamiento de la ciudad se puso de acuerdo con él, y el 7 de julio el ejército de la liga pudo cercar la ciudad, ocupada por 5000 campesinos, y a la mañana siguiente logró entrar sin sacar la espada, por las puertas que el ayuntamiento había mandado abrir. Gracias a esta traición cometida por los “honorables” de Witsburgo fue desarmado el último destacamento de Franconia, cayendo prisioneros todos sus jefes. Truchsess se apresuró a ordenar la ejecución de 81. Uno tras otro llegaron a Witsburgo los diferentes príncipes de Franconia; el obispo de Witsburgo, el de Bamberg, y el margrave de Brandenburgo, Anspach. Estos excelentes señores procedieron a distribuirse los papeles que iban a desempeñar. Truchsess continuo la marcha acompañado por el obispo de Bamberg, que se apresuró a romper el tratado que había firmado con sus campesinos, entregando su país a las hordas incendiarias del ejército liguero. El margrave Casimiro devastó su propio país. Quemó la ciudad de Teiningen, saqueo numerosas aldeas y las entregó a las llamas; en cada ciudad juzgaba y castigaba cruelmente a los rebeldes. En Neustadt, sobre el Aisch, mando decapitar a 18 hombres; en la marcha de Bügel, a 43. De allí marchó a Rottenburg, donde los honorables ya habían iniciado la contrarrevolución, deteniendo a Esteban de Menzingen. Ahora los pequeños burgueses y plebeyos tuvieron que pagar cara su actitud ambigua frente a los campesinos, a los que hasta el último momento se habían negado a prestar ayuda, persistiendo en su egoísmo estúpido y oprimiendo las industrias rurales para favorecer a los gremios de la ciudad y resistiéndose a renunciar a los ingresos municipales que procedían de los servicios feudales de los campesinos. El margrave mando decapitar a 16 de ellos; como era natural, en primer lugar a Menzingen. El obispo de Witsburgo procedió de la misma manera, saqueando, destrozando y quemando lo que encontraba en el camino. En su paseo triunfal mandó ejecutar a 256 rebeldes; su obra culminó con la ejecución de otros 13 ciudadanos, ordenada cuando volvió a Witsburgo.

En la región de Maguncia, el gobernador Guillermo, obispo de Estrasburgo, restableció el orden sin encontrar resistencia. No mandó ejecutar más que a cuatro individuos. También se habían producido disturbios en el Ringau, pero todos habían vuelto a sus casas hacía tiempo; sin embargo, Frowen de Hutten, primo de Ulrico, invadió la región y la “pacificó” completamente por la ejecución de doce cabecillas. En Francfort, que también había visto importantes movimientos revolucionarios, 1a paz fue mantenida en el primer momento gracias a la transigencia del ayuntamiento y luego por tropas mercenarias. Después de la traición del elector, otros 8000 campesinos se habían reunido en el Palatinado empezando otra vez a quemar conventos y castillos; pero el arzobispo de Treveris llamó al mariscal de Saverna y con su ayuda los venció el 23 de mayo en Pfedersheim. Una serie de crueldades (tan sólo en Pfedersheim fueron ejecutados 82) y la toma de Wissemburgo (el 7 de julio) terminaron con aquella insurrección.

De todos los destacamentos, no quedaban ya más que dos que no hubieran sido vencidos: el de Hegau y de la Selva Negra y el del Allgäu. El archiduque Fernando había intrigado con ambos, igual que el margrave Casimiro y otros príncipes, que querían aprovecharse de la sublevación para apoderarse de tierras y principados eclesiásticos, el quería utilizarla para ensanchar los dominios de la casa de Austria. Había tratado con Walter Bach, el caudillo del Allgäu, y con Juan Müller de Bulgenbach, del Hegau, para conseguir que los campesinos se declarasen favorables a la unión con Austria; pero, a pesar de ser corruptibles ambos jefes, consiguieron únicamente que los del Allgäu concluyesen una tregua con el archiduque, observando neutralidad frente a Austria.

En su retirada de Wurtemberg, los del Hegau habían destruido un gran número de castillos y habían recibido refuerzos del margraviato de Baden. El 13 de mayo marcharon a Friburgo; el 18 comenzaron a cañonear la ciudad, y el 23 entraron con las banderas desplegadas, una vez que hubo capitulado. Desde allí marcharon a Stockach y Radolfzell, hostilizando sin éxito a las guarniciones de estas ciudades. Éstas, lo mismo que la nobleza y las ciudades cercanas, invocaron el tratado de Weingarten para pedir auxilio a los campesinos del lago, y los rebeldes del destacamento del lago movilizaron 5000 nombres contra sus propios aliados. Hasta tal punto llego el particularismo estúpido de estos campesinos. Tan solo 60o campesinos que querían unirse a los del Hegau se negaron a ello, siendo reducidos por la fuerza; pero los del Hegau ya habían abandonado el asedio, cumpliendo una orden de Juan Müller de Bulgenbach, vendido al enemigo. Poco después huyó Juan Müller y los campesinos se dispersaron. Los que quedaban se hicieron fuertes en el puerto de Hitzingen, donde, el 16 de julio, fueron vencidos y aniquilados por las tropas que habían llegado entretanto. Gracias a la mediación de las ciudades suizas, los del Hegau obtuvieron un tratado, lo cual no impidió que Juan Müller fuera detenido en Laufenburgo y decapitado, a pesar de su traición. También Friburgo, en Brisgovia, se separó de la liga campesina (el 17 de julio), mandando tropas contra ella; pero allí también terminaron el 18 de septiembre por firmar un tratado en Offenburgo, por ser demasiado débiles las fuerzas regulares. Las ocho unidades de la Selva Negra y del Klettgau que aun no habían sido desarmadas se levantaron de nuevo, irritadas por la tiranía del conde de Sulz y fueron vencidos en octubre. El 13 de noviembre se impuso un tratado a los de la Selva Negra y el 6 de diciembre cayo Waldshut, el último baluarte de la insurrección a orillas del alto Rin.

Al marcharse Truchsess, los del Allgäu habían reanudado su campaña contra los conventos y castillos, tomando enérgicas represalias por los desmanes de las tropas. Frente a ellos había escasas fuerzas, que no los atacaban más que cuando se encontraban aislados y sin poderlos perseguir en el interior de los bosques. En junio estalló un movimiento contra los honorables en la ciudad de Memmingen, que hasta entonces habían guardado neutralidad. La represión del movimiento se debe tan sólo a la presencia de algunas tropas de la liga que por casualidad se hallaban en las afueras y que pudieron en el momento oportuno prestar auxilio a los honorables. Schapeler, que había sido el predicador y jefe del movimiento plebeyo, logró huir a San Galo. Los campesinos avanzaron sobre la ciudad; pero apenas habían empezado a abrir brecha, cuando supieron que Truchsess había salido de Witsburgo marchando contra ellos. El 27 de junio salieron a su encuentro, formados en dos columnas que pasaron por Babenhausen y Obergünzburg. El archiduque Fernando intentó de nuevo ganarlos para la casa de Austria. Invocando la tregua que había concluido con ellos, ordenó a Truchsess no siguiera avanzando; pero la liga de Suabia le ordenó atacarlos, prescindiendo únicamente de los saqueos e incendios. No obstante, Truchsess era demasiado inteligente para renunciar a su arma decisiva, aun en el caso en que le hubiera sido posible mantener el orden entre los lansquenetes que del lago de Constanza hasta el Mein habían ido de desmán en desmán. Los campesinos tomaron posición con cerca de 23000 hombres a orillas del Iller y del Leubas. Con 11000 hombres, Truchsess se colocó frente a ellos. Ambas posiciones eran fuertes; la caballería no podía operar en este terreno accidentado, y si los lansquenetes de Truchsess eran superiores a los campesinos por su organización, disciplina y recursos militares, también los del Allgäu tenían en sus filas un gran número de viejos soldados y capitanes expertos, disponiendo, además, de numerosa artillería bien servida. El 19 de julio, los de la liga abrieron el fuego con sus cañones, y al día siguiente continuó el cañoneo en ambos bandos, pero sin resultado. El 21, Jorge de Frundsberg, con 3000 lansquenetes se incorporó a los de Truchsess. Conocía a muchos campesinos que habían servido bajo su mando en Italia; y entabló negociaciones con ellos. La traición triunfó donde no bastaron los recursos militares.

Walter Bach y varios jefes y artilleros se dejaron comprar. Mandaron pegar fuego a todas las provisiones de pólvora y ordenaron un movimiento envolvente. Apenas los campesinos habían abandonado su fuerte posición, cuando cayeron en la emboscada que les había preparado Truchsess, de acuerdo con Bach y los otros traidores. Les fue imposible defenderse, pues, para colmo, sus jefes traidores los habían abandonado bajo el pretexto de hacer un reconocimiento, hallándose pronto camino de Suiza. Dos columnas fueron totalmente aniquiladas: la tercera, bajo el mando de Knopf de Lenbas, pudo retirarse ordenadamente. Tomó posiciones sobre el monte Kollenberg, cerca de Kempten, donde la cerco Truchsess. Allí tampoco se atrevió a atacarles, sino que les cortó los convoyes y trató de desmoralizarlos quemando doscientas aldeas en los alrededores. El hambre y la vista de sus hogares en llamas les movió, por fin, a rendirse (el 25 de julio). Más de 20 campesinos fueron ejecutados en el acto. Knopf de Lenbas, el único jefe de este destacamento que no había traicionado su bandera, logró refugiarse en Bregenz; pero allí fue detenido y ahorcado tras larga prisión.

Así termina la guerra de los campesinos en Suabia y Franconia.

Notas

[1] Jacobite.